Hacia el agromercado
en busca de camarón.
Encantado de conocerlo,
marisco de las necesidades.
El malecón que separa
La Habana de su reflejo.
Tú, vendedor, que no existes
y compras lo mismo que tengo.
Jarra de cinco o seis asas,
siete dental sin sabores,
chancletas ni qué ocho cuartos,
trompeta de nueve colores.
Revendedores cubiertos:
tenedor, cuchillo y dos palas.
Consume para que no te consuman
espejismos a cambio de nada.
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