Hasta el otro día se comportó como un gadget de desafíos aritméticos, pues adelantaba cada dos o tres semanas un minuto a nuestro calendario.
Por suerte mi tío hizo la labor de relojero, corrigiendo las imperfecciones mecánicas que impedían que tres de los cuatro botones hicieran contacto con el borde de la maquinaria.
Ahora podré decidir si lo conservo en modo acelerado. O le retraso el contador de vez en cuando para no tener que restar en mi cabeza más unidades de tiempo.
3 notas:
Mi padre me compró un falso Rolex hace algunos años en China. Automático, sin botones. Siempre se adelantaba. No sé si era mi biorritmo o el tiempo de China, que seguramente corre más veloz.
Suerte que su manilla no era de plástico biodegradable como la del mío, porque tiene ya tantas grietas que en cualquier momento pasa de ser reloj de pulsera a "reloj embolsillado".
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