Un artículo de Wired Science me ha ahorrado una visita pendiente al neurólogo -o cualquier otro especialista en cerebros.
De casualidad me entero que lo que había experimentado en varias ocasiones era parálisis del sueño. Todas ellas interrumpiendo siestas al mediodía, donde apenas podía controlar las cejas y un par de dedos, tornando mi psiquis en un manojo de nervios.
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