En la década de 1980, tras un largo período de investigaciones, se logró exponer en las pantallas de rayos catódicos imágenes realistas que representaban nuestro mundo. La creación de potentes tarjetas gráficas, la reproducción de sonido digital de alta calidad y el desarrollo de la velocidad de los procesamientos digitales, permitieron la introducción y el progreso de la multimedia en todas las computadoras personales.
Esto conllevó a impresionantes mejoras en la concepción y el diseño de sistemas operativos y programas dotados de una interfaz gráfica, además del perfeccionamiento de los videojuegos y aplicaciones que requerían del uso de imágenes y sonido.
El acceso a la computación por parte de un creciente grupo de personas no especializadas en la materia fue posible gracias a esa "explosión" gráfica. Este incremento de usuarios se hizo notar aún más con la aparición de la Web en 1989 y la desenfrenada expansión de Internet en los años 90. El objetivo del desarrollo de la informática y las nuevas tecnologías cambiaba repentinamente su rumbo. Con su corta edad y su escasa madurez, éstas comenzaban a intervenir en todas las esferas de la economía y en gran parte de las sociedades desarrolladas de una forma acelerada.
El nuevo mundo
Mucho antes de haber sido discutida seriamente por los políticos, psicólogos, sociólogos y filósofos, la "nueva era" de la información y las comunicaciones se adentraba con gran fuerza en el quehacer y en el pensar de muchas personas. La nueva generación y una parte importante de los adultos, comenzó a ver el ciberespacio como algo interesante, eficaz, e incluso, como una vía de escape a los problemas cotidianos.
Tras un caudal de estudios e investigaciones a lo largo de muchos siglos por tratar de esclarecer materialmente el mundo que nos rodea, muchos hombres de ciencia, precursores de las tecnologías actuales, nos han dejado el problemático legado de asimilar un nuevo mundo, muy diferente a las concepciones físicas con que se ha interpretado el nuestro. Nos encontramos ahora ante un universo colmado de sorpresas e interrogantes. Con el paso del tiempo, la ciencia ha adquirido nuevas dimensiones: a los científicos que intentan interpretar el mundo real, se le suman aquellos que se convierten en creadores y programadores de nuevos espacios dentro de un vasto territorio poco explotado en relación con sus dimensiones y sus riquezas tecnológicas y filosóficas.
La otra cara...
El problema está en que las nuevas tecnologías se desarrollan mucho más rápido que la conciencia humana. La informática y las redes han permitido un considerable desarrollo de la economía, la educación, la medicina y las comunicaciones, pero ¿hasta dónde? Esta revolución de finales del siglo XX ha sido tan silenciosa como apresurada. Muchos futuristas fanatizan con la idea de que estamos ante una nueva civilización, llena de esplendor y de maravillas, y otros muestran el pesimismo de terminar con una guerra devastadora contra máquinas dotadas de gran inteligencia artificial. La respuesta no está en profetizar, sino en el uso que se le dé a ese potencial tecnológico. Nuestro futuro depende del abandono de los pensamientos con fines bélicos y económicos, que ponen en juego nuestro destino y el fruto de los brillantes logros y descubrimientos a lo largo de la historia de la humanidad.
También es una realidad de que hay que conllevar este desarrollo con el de los países subdesarrollados, que carecen incluso de una energía eléctrica y telefonía que satisfaga las demandas. Se debería pensar seriamente en gastar menos recursos en robots militares y asignar más en ayuda de los que no tienen con qué alimentarse. Pero aún así, en medio de esa desigualdad, hay centenares de logros científicos que ocurren a diario que no se pueden obviar. La puesta en práctica de muchos de ellos puede ser tan dañina como una guerra, por estar financiados por entidades y gobiernos con intereses contrarios al desarrollo de la humanidad. Hay que tener muy en cuenta el uso que se le dé a la inteligencia artificial, a la química y a la genética. Vivimos una etapa muy interesante, donde el hombre ha pasado del modo de interpretación al de creación, y cualquiera de esos novedosos inventos puede acarrear un desastre global. El hombre actual se orienta mucho a lo nuevo, lo desconocido… ¿podrán la ciencia y las tecnologías ayudarnos a corregir el mundo en que nos encontramos? Depende de nosotros, de nuestras ideas y de nuestro esfuerzo.
Creando nuevas entidades
A la par de los biólogos en su afán de creación de organismos genéticamente modificados en el mundo real, los programadores se encuentran inmersos en el desarrollo de otro tipo de entidades, que se diferencian principalmente por no existir físicamente. Se pone en juego nuestra visión material del mundo y nuestro papel como "simples humanos" y no como "dioses". El esfuerzo de los genetistas y de los cibernéticos continúa siendo un dilema, no sólo por su eficacia, sino, por su lugar en la evolución del hombre y en su futuro inmediato. Concebir clones y organismos al gusto propio de uno es tan interesante y riesgoso como la implementación de inteligencia en entidades mecánicas o virtuales.
Nos alejamos de los tiempos en que los dibujos de paisajes, el cine, las imágenes digitales realistas y las animaciones con efectos especiales eran un arte asombroso. Estamos ahora frente a creaciones artísticas de mayor magnitud. Dejamos de ser espectadores de una obra para convertirnos en creadores de un mundo inimaginable en la actualidad. Con el desarrollo científico-técnico, nuestro espíritu creativo se ha desarrollado aún más, al punto de concebir un ser mitológico y hacerlo realidad en pantallas catódicas, de plasma o en un holograma.
La interactividad de la multimedia ha abierto un portal que nos acerca cada día más a la dimensión de lo "no real" de los bits. El hecho de poder conversar con softwares inteligentes y poder resolver complicados problemas lógico-matemáticos ha brindado un gran impulso a nuestra imaginación, hasta el punto de hacer realidad nuestros pensamientos. La ciencia-ficción es incapaz de predecir hasta donde podrá llegar nuestro ingenio. Este es nuestro presente. ¿Qué será del futuro? ¿Qué sucederá cuando seamos capaces de crear una realidad virtual en la cual podamos adentrarnos y programar nuestro entorno? ¿Qué ocurrirá cuando la ciencia y la biología permitan la incorporación de “mejoras” en nuestro organismo? ¿Qué pasará cuando podamos intervenir en nuestro destino? ¿Nos convertiremos en nuestros propios dioses? Quizás esto no sea un sueño.
Inteligencia artificial ¿hasta qué punto?
Es difícil imaginar que el hombre, que aún no conoce los misterios de su cerebro y la metodología de sus pensamientos, pueda concebir una máquina que iguale su potencial. Algunos creen que para el 2020 podamos tanto viajar a Marte como conversar con una computadora "humanizada". ¿Qué hay de fantasía o realidad en esto último? Si bien mucho esfuerzo y recursos económicos y financieros podrían poner los pies de un astronauta sobre las arenas de nuestro planeta cercano, la "inteligencia definitiva" del software de un cyborg está un poco distante de cumplirse. El sistema binario no brinda capacidades de cálculo suficientes como para interpretar la lógica de los sentimientos, las decisiones personales y el comportamiento propio de un ser humano. Sería muy difícil e incluso imposible representar nuestro mundo y las más variadas ideas con fórmulas matemáticas.
A pesar de ello, el cómputo con ADN en cuatro estados, la mecánica cuántica, el procesamiento holográfico y los híbridos neurodigitales -que combinan neuronas vivas con chips-, nos alejan de nuestras fronteras y muestras nuevos horizontes dignos de explorar. La velocidad de procesamiento y la capacidad de almacenamiento de las computadoras actuales con la ayuda de la lógica de un cerebro humano sería suficiente para superarnos en todo sentido. ¿Será posible esto? ¿Hasta qué punto?
e-volución: Evolución Electrónica
La instauración de un procesamiento no lineal y multifuncional podría acercarnos un poco al sueño de compartir nuestro mundo con máquinas realmente útiles y autónomas, que tracen metas y tomen decisiones por sí mismas. De este modo nos acercamos a otro problema bien descrito en los libros de ciencia-ficción. Es necesario enfatizar en que nuestra evolución debe ir por encima de la evolución electrónica. De hecho, es hora de que se elabore un esquema de análisis crítico capaz de tener en cuenta los nuevos desafíos que nos impone la ciencia y la técnica, para poder darles un sentido, y de esa forma, ayudarnos a nosotros mismos a trazar un camino seguro por el cual transitar.
La solución no está en frenar o luchar contra la evolución de la ciencia y la tecnología, la creación de robots inteligentes y de organismos genéticamente modificados. Esa no es la vía. Hay que desarrollar libremente el fenómeno Internet, la creación de softwares libres y el intercambio científico sin intereses de otro tipo que no sean el perfeccionamiento del hombre dentro de la sociedad y la naturaleza en que se desenvuelve. Cualquier intento de censura cerrará puertas que no se volverán a abrir o se abrirán del modo incorrecto. Hay que cultivar en todas las personas en las que recaiga el peso de la creación del nuevo mundo (ya sean programadores, políticos, filósofos, económicos, artistas, etc.) una concepción humanista de sus pensamientos.
El ciberespacio, en vez de globalizar el mundo en una idea monopolizadora, entrará a medida que su desarrollo lo permita, en cada una de las culturas e ideologías del planeta, para que la interpretación de la vida y la historia humana tenga lugar en sus más variadas concepciones. La llamada brecha digital es un factor que debe eliminarse para la diversificación de las culturas en Internet. El libre acceso a la información fomentará el desarrollo del "nuevo" y el "viejo" mundo, enriquecerá las mentes más enajenadas y contribuirá en gran medida a la evolución del intelecto humano. Tanto como nadie debe perder en este proceso de cambios el "instinto de lo real", nadie se debe quedar atrás en la revolución de las tecnologías e información. Debemos estar dispuestos a entrar en este universo de información y conocimientos inagotables con mucha precaución, preparación y deseos de lograr para la especie humana un futuro superior.
2 notas:
El libro "El Choque Digital", de Hervé Fischer, me inspiró a escribir este artículo en algún momento del año 2005. No fue fácil en aquel entonces. Tenía demasiadas dudas, pocos materiales de consulta y nulo acceso a Internet. "El que persevera, triunfa" dicen, y llegué incluso a exponer durante 15 minutos sobre el tema en el evento sci-fi CubaFicción en diciembre de ese mismo año. Gracias a los que me apoyaron en dicha tarea.
Con respecto a la acelerada evolución tecnológica, Alfred Jarry afirmó: "Si el hombre se vuelve mecánico, es necesario para el equilibrio del mundo que otro mecánico fabrique el alma."
Publicar un comentario