Tan sólo me tomó una semana ver los seis episodios de Star Wars. Pensé que iba a demorar más, pero la intensidad de esas películas desmoronó toda mi lista de prioridades.
La tarde del miércoles de la semana pasada terminaba de ver Revenge of the Sith (el 3er episodio) para continuar con el no tan decepcionante animado The Clone Wars, estrenado en el mes de agosto.
Quería escribir sobre esto desde hace días, pero tuve que recuperar el tiempo que invertí en interactuar con la curiosa filosofía Jedi. Me encanta su idea de minimizar la realidad a la dualidad entre "el lado oscuro" y "el lado luminoso de la fuerza". Sería una dicha que todo fuese así de sencillo, pero George Lucas y todo su equipo de producción se encargaron de demostrar la amplia riqueza de matices ideológicos, empleando como vehículo a la ciencia ficción.
La moraleja de Star Wars, a mi criterio, coincide con la de esas fábulas que nos hacen comprender que existen pequeñas luces en la oscuridad de los malvados antagonistas. E incluso, la triste viceversa.
Nada más cercano a la cotidianidad del MundoReal™.
Con esa brillante saga de trilogías, Star Wars ha demostrado un par de veces su condición de película de culto. Y por si fuese poco, ha consolidado el papel de la ciencia ficción en un medio tan lleno de adjetivos -positivos y no tan positivos- como el séptimo arte, donde esas extrañas formas de plantear el futuro siguen atrayendo aún nuestra atención.
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