En los últimos años, las redes sociales han logrado sobreponerse a ciertos mitos e hipótesis relacionadas con el "aislamiento social provocado por el creciente uso de los servicios de Internet".
No deja de ser cierto que dedicar horas y horas a navegar por la red resulta dañino. Y esto se aplica -al menos hasta esta década- para cualquier ser humano. Pero lo que comenzó como un sitio para estudiantes de la Universidad de Harvard ha trascendido hasta convertirse en un excelente punto de referencia de la Web 2.0. La constante interacción de más de 120 millones de usuarios lo confirma.
El hecho es que Facebook, que se encuentra a la vanguardia de las redes sociales, pone en tela de juicio el pesimismo orientado al futuro de la comunicación entre los internautas... o al menos una considerable parte de ello.
La compleja malla estructural de enlaces entre amigos (conocidos y no tan conocidos), grupos temáticos, páginas de aficionados, eventos sociales y aplicaciones interactivas, convierten a Facebook en una sofisticada herramienta para desarrollar nuestras capacidades de comunicación. Las potencialidades que ofrece la Web, basada en la interconexión de miles de millones de computadoras a lo largo de todo el planeta -e incluso fuera de él- nos permite superar el "aislamiento tecnológico" que nos prometieron muchas historias cyberpunk.
Dos semanas atrás aceptaba una invitación a esa red. Hoy, con más de 20 amigos -conocidos-, estoy satisfecho de haber ingresado en Facebook, pues me ha permitido reencontrarme con varias amistades del preuniversitario, ver fotografías de aquel entonces, participar en conversaciones colectivas, e incluso publicar enlaces y comentarios en las páginas de algunos amigos.
En fin, una experiencia genial, donde mantengo a diario contacto con personas "reales", a quizás cientos de kilómetros de distancia. Una simple muestra de lo que el futuro nos depara, si sabemos aprovecharlo correctamente.
1 notas:
Sobre esto último quisiera comentar que he notado que casi todo el mundo deja demasiados rastros en Facebook. No se trata sólo de fotos, gustos y preferencias, sino de un nombre real, una dirección real, entre otras vías de contacto. De cierta forma es preocupante.
No hablo de paranoia, sino de mantener ciertas distancias con un ciberespacio que apenas sabemos cómo funciona, bajo qué decisiones y flujo de intereses. Al menos por ahora no se trata de un mundo abierto totalmente al público, donde cualquier usuario pueda auditar en busca de impurezas y puertas traseras. La realidad plantea casi todo lo contrario.
Detrás de un Facebook, de un GMail -o de cualquier otro servicio de Internet en general- existen grandes y pequeñas empresas, con modelos de negocio y políticas cerradas. El futuro no asegura cambios sustanciales a la situación actual. Mientras tanto, hay que estar precavidos con los datos que compartamos a través de las redes públicas.
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