Ni siquiera habíamos llegado al parque y las luces de la calle volaban en fragmentos ante nuestros ojos. Algunos de los que conservábamos la cordura nos habíamos detenido a observar los gestos extraños de nuestros amigos.
01110011 estaba tan risueña que no se podía calmar. El viejo 01100100 entonaba una melodía agresiva. Yo, sin embargo, meditaba en silencio: en pocos años publicaría ese instante en la Web.
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